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1 de enero de 2005

cenicero

En un tiempo mortal, en el que los anagramas eran medios, en que la fantasía era imposible, en que creer era prohibido, surgen las alternativas; al tiempo que la música transmitía mensajes, ideas y ritos, surgió el latido cardiaco acelerado(los cinemas y parques de atracciones no logran, hoy, el mismo heartbeat). El miedo contenido en la realidad es basto, suficiente. Inamovible. Siempre quedara vestigio de algo, nunca recordaremos lo que somos, eternamente viviremos dudándonos y dudando el pasado. Ahora se cree en la palabra y se duda de ella a la vez, no la podemos constituir, no la podemos justificar: "es probable pero inseguro", ni siquiera, redefinir, integrar o persuadir para reinventarla. Es eterna, es medio... finalmente, discurso.

La mortalidad de tus palabras se funden e inventan el híbrido que nos mezcla
que nos alimenta y nos suplica comunión, unión, dualidad
equilibrio
la tranquilidad del lenguaje, abraza esperanza, mantiene una pequeña fragancia de posibilidades,
oportuna; da aliento:
un poco de vida, más aire, calor y olores.
Esa misma mortalidad nos dejara libres,
en ese valle mortecino, en ese campo consagrado a la despedida,
en esos terrenos grises, vetustos, húmedos y opacos... cenicientos
tierra protectora, cuídanos; regrésanos a esa dualidad perfecta que nos origino y que después, nos integrara a ese éter extraño y desconocido,
en esos fosos profundos y secos
ámbitos, mezclas raras y uniformes
piedras de ceniza
el polvo que fuimos, el que somos... el que seremos.

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28 de diciembre de 2004

see the mobil

Sigue, solo sigue el perpetuo flujo del movimiento cadavérico, del movimiento que nace de la estática y el silencio... que termina con la muerte. Al final, sabrás que existe un impulso hacia todo: la forma, como fiel adjetivo, le da energía y movimiento al todo, el hombre: se lo robará.
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