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15 de septiembre de 2011

urgencias

jamás había tenido una experiencia como esta; suponía e imaginaba que en un hospital de urgencias existía todo eso que se ve manifiesto en el lenguaje popular y en el folklóre que se esmeran en presumir en los sitcoms. es algo similar, aunque bien diferente: enfermeras de todos calibres, descuidos que podrían contagiar y generar una pandemia en una ciudad hasta convertirla en una racom city; médicos recidentes sin un ápice de humanidad, médicos de prácticas que se devanan por la sociedad, pero que aprenden rápidamente las prácticas de uso común dentro del sistema; ángeles, demonios, familiares de pacientes extremadamente devotos y los que por mero tramite o acto de fe, se encuentran esperando un desenlace inevitable. gente resignada. una tv transmitiendo a lópez dóriga, varias pantallas en las que se puede ver el estátus o condición de los pacientes: nombre, cama, estado, etc. la mayoría de los pacientes, en estado delicado, uno o dos, graves, solo uno, en cirugía. dos, estables. yo, en una especie de depresión momentanea e inevitable. a la espera de una química sanguinea que busca enzimas cardiacas. un electrocardiograma que al parecer pone en evidencia el estado salubre de mi corazón. una espera que ahora no me incomoda; hay poca gente: una anciana con oxigeno por posible deficiencia respiratoria o gripa y espectoración, que a su edad, tiene que ser dolorosa y díficil de llevar; una cuaternaria de vigilancia que, he de suponer, se está dando un levantón con una solución inyectable adicionada con un coctel protéico que le permitirá terminar su turno de 24 X 48. un familiar de paciente que devotamente espera por la mejora de una familiar postrada en una cama, una chica de 20 años que de igual manera está canalizada con solución inyectable y varios chochos diversos.

ahora me siento triste. no sé qué es lo que ocaciona éste dolor. es, algo que oprime mi pecho, una aguja que ha sido encajada siniestra, ventajosa y vengativamente, en el pecho de una muñeca vudú que ha sido bendecida con mi sangre en un ritual maligno, oscuro y pagano, un sacrificio en el que mi sangre es escanciada en las copas de los demás y a mi salud y honor.
incertidumbre es la palabra. aún faltan minutos para que termine la prueba en la sangre. mi médica, viene y pregunta, reprueba la tardanza de la enfermera por la lentitud y poca actitud que refleja ante un puesto que demanda eficacia y velocidad; se sienta en frente mio presa de la misma espera que me aqueja. no soporta la espera: canturrea una canción que me parece de lo más romántico posible, la letra, habla de amor y desamor; mi corazon, de los fantasticos parajes recorridos durante las noches de trémula barbiturisis; de los arrancones inevitables y majestuosos por esnifar un poco más cada vez y de las leves y conmovedoras veladas de exsesivas ingestas alcoholicas. excesos saboros e incoloros; se pone un baumanometro o una especie de aparato para medir el pulso, se dice y le platica a otra enfermera que está bien, descubro que está embarazada. me gusta su actitud; se agotan sus recursos para combatir ese tedio estelar que ahora comparte de una forma nada solidaria conmigo, por ello, me pide el electrocardiograma que me hiciera una practicante, para adelantar su diagnostico. lo revisa con ojo clínico y experimentado. platica de sus vacaciones y de que es tan pobre como cualquiera de los pacientes que, dispersos, se hunden en sus pensamientos. al final, sólo remata diciendole al eter, a su subordinada, nunca a mí, que sólo está a la espera de un análisis enzimático cardiaco (el mío) y podrá irse. me regresa la tira con gráficas: la esquematización del ejercicio cardiaco y vascular, supongo. se marcha. me dice algo que no entiendo.
la enfermera me sugiere ir a otra sala en la cual esperan pacientes y familiares. pasan aproximadamente veinte minutos. siento el doble o triple de tristeza.
resignado, caigo profundamente en un sueño que describe los pormenores que la "felicidad" intensifica en cualquiera de las equinoccios bajo el signo delos trópicos. escribo esto. sé que esto no es algo peor de lo que viven y experimentan los demás. es sólo un poco de dolor en el pecho. en el brazo izquierdo. en el alma. y en la espalda. mi médica, regresa y me pide que la acompañe. me dice que esta todo bien: el electro, mis signos vitales, el estudio en mi sangre; el dolor podria ser ocacionado por problemas musculares. no recuerdo bien. me explica que me tendré que dirigir a mi unidad familiar, que el médico familiar, seguirá un protocolo de diagnostico hasta encontrar la fuente de mis dolores. me receta dos tipos diferentes de medicamentos por cinco días. asiento, le agradezco. salgo.
aún en este momento siento el dolor. es como el que puede sentir una muñeca vudú que tiene un alfiler clavado en el pecho.
manejo de regreso. siento un impulso natural por llorar, después de una experiencia así, llorar podría ser un sanador completo, milagroso y tal vez, lo que pueda sanar éste dolor.

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