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1 de junio de 2005

tico

No he encontrado nada de particular en la vida de Aidé, o Haydee, como dice el tatuaje grotesco que presume en su brazo. Solo he podido ver que se divierte mucho.
Las noches soñolientas, anímicas, nublosas y coloridas de ticoman, me han dado mucho por que buscar. Quise hacerlo con ella: ubicar, encontrar y hacer el serching, pero... como ocurre siempre, se escoge mal, y no se encuentra nada más, que solo la monótona y común verboteca usual. A veces, descubría objetos, o pedazos de ideas vaporeas, pero no, era demasiado para poder ser verdad. Alguna vez, encontré ciertos puntos de relevancia, y las demás, solo pequeños puntos rojos, y uno que otro calido y aceptable.
El trabajar en una avenida, en lo que sea, te da el privilegio de descubrir la temática habitual de la gente: hay muchas y variadas mujeres, sexys, anormales, enfermas, descomunales (por que no: normales), y agradables. Existe también, un maremagnum potencial de hombres: teñidos. Coloridos, machistas, marchistas, andantes, truhanes, alcohólicos, efímeros, circunstanciales, insomnes, perdidos: en verdad. Al final, asexuados todos, violentos, tristes, de arquitectura cuneiforme, que albergan las mas insospechadas y machucadas personalidades. Incluyéndome yo.
Es agradable salir perturbado, alcoholizado, tarareando los temas que esa rokcola escupe arbitrariamente y sin sentido, en el bar de la güera; es formidable el fantasear con las nalgas de la pelirroja que sirve las chelas... desnudarla en una duermevela alcoholizante a la vez que la emulo en mi recamara, tapizada con el color que deja el tinte de su cabello ralo, hirsuto e irremediablemente rebelde.
Creo, que al final de cuentas, no he podido manipular nada de esa sustancia viscosa que existe, o se respira, en ticoman.
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