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21 de noviembre de 2005

Destacado infortunio

Al llegar por la mañana a casa me di cuenta, inconscientemente, de que no había a quien ver. Los perros: en esa lucha ancestral contra el tedio que el perro ha sabido manejar a través de los tiempos y de su ciclo evolutivo, envejeciendo más aprisa. Los habitantes, todos, en añeja y total desvanecencia. Los podía ver pétreos, bien fundidos en ese arte generacional hereditario que manda la necesidad de olvidarlo todo, más, la cuita familiar, en esa suerte de indiferencia total, letal. Esa misma mañana, recuerdo, viajaba de esquina sur a esquina norte de la casa, intentando hacer ruidos, llamativas de atención, muecas, gesticulativas absurdas, férreas, con tal de llamar la huraña y devastada atención de la residencia, del lugar. Intente sobornar a los perros con una lata de jugoso cartílago y menudencias de carnero, pero no, algo trabajaba mal en el apático general. Hable un poco con los "adultos" de la casa acerca de ese deseo de mantener el jardín como está y no caer en esos errores que impactarían la futura figura y función  ecológica del lugar. Intente mucho. Obtuve nada: sólo un rictus efímero en las jetas apagadas, de total e indiferente realidad. Imagine después, las miles de formas y acotamientos que hubo en ese lugar, sin jardín, con él, con unos bultos espantosos llenos de huesos, de los huesos de sus recuerdos y planes jamas enterrados, já, jamas logrados. Imaginaba como era la vida antaño; como nos menospreciaba el tiempo en la infancia, como nos mangoneaba en la puberta soledad de esa añeja y siempre eterna adolescencia: nunca habrá de acabarme, de acabarnos. En las horas en las que bebía en ese pequeño jardín, sin luz, sin plantas, con tierra negra, yesca, gusanos... perdía, a pedazos, toda mi suerte y toda mi fe por el ser humano. Es terrorífico ese jardín, es un submundo en aras de la perfección, es una extensión de mi mente; en ese pequeño y fragmentario lugar mis lágrimas vertidas en ese lugarcito sin sueño, eternamente libre de bellezas, y lleno de grotescas imagenes, se consumían ávidas en la tierra famélica y seca, formando el híbrido nutriente tierra-mineralizada-agua-alma-llanto-grito-ancestral-donde-nacen-y-donde-penden-los-pecados-de-los-hombres, que alimentó y alimentará la fragancia de esas plantas muertas, tan muertas como el lugar y la reunión que nunca ha tenido ocasión de celebrarse. es Bien destacado el infortunio de querer tirar al olvido tanta mierda como nunca se logro conjuntar ahí: la mierda de mi mente, y el estiércol que se le ha acumulado en sendas y gigantes montañas de deseos inútiles. Jamás regresara la calma a este lugar si se le escapa su intestinal recuerdo: el mío, en acordada comunión con mi pasado. El que se pierda todo por un deseo vacuo de redimensionar su aspecto, pues es pura perdida de tiempo. Lo fortuito del caso: Un ensamble majestuoso en la arquitectura del lugar, y el cambio de los mosaicos del piso, que ya muestran el cansancio del tiempo y de esos fantasmas carnosos, sin chiste ni perdón. No recuerdo con quien me emborrache en él, sólo, recuerdo que "dormí" un buen rato, para después despertar con los sonidos gesticulantes que dictaban la reforma en su posición y flora. Al final, nunca me gusto para nada el jardín.

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