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8 de febrero de 2009

human-dramaturgia vol 1

actualmente me han ocurrido una serie de improperios dignos de la emocionalidad colectiva contemporánea y de la mala toma de decisiones. suponer que a cualquiera le pasa es pensar positivamente. creer que se es el dueño de la decadencia y mala fortuna, es lo negativo. aunque...
prefiero seguir imitando al dueño del lado oscuro y seguir fomentando el uso comunal de hierbajos psicotropicos mientras se le rinde culto a las grandes deidades del consumo desmedido, memorables excesos, en un retiro sonorizado por thelonious monk, camel, el nuevo ep de frank black o, algún requiem mortuoriosísimo so pretexto de mi estabilidad moral y emocional. desafortunadamente no habrá tal retiro, ni serán conseguidos, y menos reproducidos ni a thelonious monk, camel, frank black ni ningún requiem golondrinezco, a lo más, pondré mi pinche disco macuarro y terminaré escuchando a beth gibbons y a nina simone, en un ejercicio paupérrimo de nostalgia permanente.










también, me he dado cuenta de que merezco lo que pueda ocurrirle a un buey, es decir, a un wey como yo. en fortunio, pues me siento libre de la situación y cedo mi lugar en toda tabla estadística que pretenda manifestar el típico aspecto o la súbita y cruel tendencia a ser y apostar a que alguien mucho más preparado que yo, pueda cubrirlo. y si no existe alguien con tal conocimiento, pues la vacante queda ahí, abierta.



el que haya dejado de coincidir con el grueso de la sociedad al suponer que para efectos de practicidad vivencial se puede ir bien al lado, o sea, a la diestra o siniestra de alguien es puro mecanismo autoinmune. tales procesos han sido producto bruto, y neto, de elucubraciones nocturnámbulas de calidad salvaje y trémula con sendos pasones de recuerdo, añoranza y malquerer, digamos, indiferencias de factura humano-demoniaca, y por si fuera poco, concebidas desde el vientre cosmo de la última de las féminas materializada por la ulterioridad de la cultura pop y hasta under. si no mal recuerdo, tales salvajismos emocionales me llegaron por puñados desde las mocedades nacientes de la etapa infructuosa de la adolescencia, periodo que, de no ser vivido bajo el signo simulatorio del camuflage me hubieran hecho desistir de tan notable proyecto de vida predefinido y diseñado, muchos años atrás, en los momentos en los que se aprende, o se le prenden a uno, las experiencias marcadas por los sucesos que en el lento, cansado y marchito devenir vivencial ocurren, y, que hasta estas etapas indiscutibles de indiferencia, se han venido manifestando por puro efecto inercial, a lo que, me apego con devoción.

coincidir en tiempo y horario con miles de compatriotas más, al momento de ir a laborar y toparse de bruces con super congestionamientos vehiculares que taponean las arterias de maneras apocalípticas de igual modo que la arterioesclerosis endurece mis sistema vascular le puede ocurrir a cualquiera, tan así, que sin querer, me veo obligadísimo a asistir a la estadística y tomar por pura y mera culpa mi lugar, ofrecido con anterioridad a quien fuere.




no intentando ir más allá, porque ya no aguanto un paso más, he decidido conformarme con el presente y soportar las culpas del futuro y sin chistar diré que soy consecuencia directa de mi pasado. se me puede culpar, únicamente, de la decisión , no de la personalidad ni del libre pensamiento. incluso, se me puede criticar con el tedio que la destructividad puede ofertar en situaciones de indudable senilidad o por la carencia de efectividades. Lo que sea u ocurra primero. pero, siéndome sincero, no me importa, aunque quisiera que me importara para identificar si realmente me convertí en la bestia que la fenomenología de los tiempos se empeña en crear, educar o inducir, sí, soy producto destilado de la orfebrería capital, objeto de modularidades y técnicas consumistas, bagazo de frutas prohibidas pero exhibidas en anaqueles coloridos; como ese viejo sistema de neón que oferta más y más mi vicio con displays arcaicos y voluminosos. soy, el pobre buey clasemediero-jodidón que pretende mucho y ahorra poco, el que se hace pero si bien pendejo para dejar el lugar a una madre soltera embarazada en el metro o el chimeco, el pinche depravado que le ve las nalgas a las viejas, bueno, a las jóvenes cuando no lo ven, sí, el puerco enemigo público número quiensabecual que es de lo peor y que le vale madres, o pretende creer que le vale madres el mundo y que como pinche borrego tenía un ideal de revolución consumado por las fervientes platicas marxistas de bachiller y termina comprando ropita en las rebajas de invierno y busca como pinche adicto consumado las etiquetas con descuento sobre descuento, o sea, un pinchi buey bien guarro; el mismito que va a fiestas de traspatio para ver si ahora si se coje, porque la calentura está cabrona, y tocarse ahí, pues genera sentimientos re culposos que como che tlacuicote uno no puede, acepta y niega siempre(aunque me retencanta). o sea, un buey re común, tan común, que es metrallado por la espalda como se merece, y que como todo buen pinchi guarro se justifica y termina diciendo: no hay fijón! no soy el único puto con volkswagen que transita por la fascination street







sintiéndose el don chingón que mantiene, o quiere creer, que maneja las situaciones de manera impecable para materializar de manera ininteligible lo sucedido en la víspera de la borrachera y termina obteniendo sentimientos de culpa magistrales al grado de "olvidar", o simplemente por pretensión se evita, lo que desde las entrañas mismas del centro de gravedad de los cuerpos celestes no se puede arrancar de la memoria, porque, carcome como las misma culpa puede hacerlo cuando llegan los flashbacks de la continua e ininterrumpida serie de pendejismos que se hicierón mientras se sufría por los efectos que los vapores purpúreos y oníricos que el alcohol en generosas cantidades puede inducir, y de remate, se ve así mismo en la irremediable soledad de abandonos... y comprende que uno está y que algo de ella me pertenece, pero... ella ni está ni quedará.



al momento que estúpidamente descubro que la morra está lejos y su olor sigue acá.

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